sábado, 27 de abril de 2013

Ateca es Chocolate

Recientemente hemos sabido por los medios de comunicación que la fábrica de Chocolates Hueso de Ateca se cierra. Esto va a suponer que más de un centenar de personas van a perder su puesto de trabajo y que esta población Zaragozana va a recibir un duro golpe. Se verán afectados bares, peluquerías, panaderías... todo un drama para las gentes del pueblo.
Pero más allá de las cifras y del dramatismo que se presenta en esta pequeña localidad zaragozana que en unas semanas pasará al olvido está lo que un cierre como éste significa para cientos de personas.
Este cierre significa tristemente una vez más el cierre de muchos recuerdos, ilusiones y esperanzas.
Si nos paramos a pensar nos daremos cuenta que esta fábrica es la que durante tantos años ha fabricado los Huesitos; esa galleta que todos hemos comido en más de una ocasión. Un producto aragonés, exportado y que hoy en día sigue vendiéndose y reconociéndose. No dejará de haber en las estanterías de los supermercados Huesitos, pero ahora será un poco menos nuestro y eso también es un drama. La cantidad de cosas que dejan de ser nuestras son muchas. Son muchas las cosas que dejamos de hacer para sólo consumir y ese es un problema endémico de nuestra sociedad, dejamos de hacer para simplemente consumir.
Quizás acabe apareciendo un inversor que pueda dar salida las instalaciones de la fábrica de Chocolates Hueso, o quizás acabe quedando como un recuerdo en el pueblo en que una vez la fábrica fue el reflejo de prosperidad pero aun nos queda por decir. Pero pase lo que pase esa sensación de que se nos escapa entre los dedos algo nuestro quedará entre nosotros.
La fábrica de Chocolates Hueso para mi es más que un lamento por el drama social que se presenta. Es más que el recuerdo de la infancia de los Huesitos (que ahora devoran mis hijos). Para mi el cierre de esa fábrica es el cierre de parte de los recuerdos de mi abuela.
Mi abuela, de Carenas, contaba muchas veces como bajaban caminando desde el pueblo (a unos 10 km de Ateca) a comprar chocolate a la fábrica de Hueso. En sus palabras, reflejo de sus recuerdos, se dejaban ver que este era uno de los pocos lujos que se podían permitir. Y yo la imaginaba en ese contexto de principios de siglo recogiendo entre sus manos ese manjar hecho a orillas del río y pudiendo tener al alcance de su mano uno de los poco placeres que se podían permitir.
Recuerdo como si me hubiera contado ayer que compraban el que llamaba chocolate de Teja. No sé realmente si llegó a existir un chocolate con esa denominación o ella el llamaba así pero, por lo que me contaba me imaginaba que debía ser del tamaño de una teja de verdad. Y la imaginaba sosteniendo aquella pieza preciada entre sus manos. Y de pequeño me preguntaba si aquella pieza no llegaría derretida al pueblo, pero al imaginar aquel chocolate tan grande pensaba que con ese tamaño el chocolate aguantaría cualquier inclemencia y que casi sería invencible.
Puede que fueran recuerdos "de vieja" (dicho con todo el cariño) o que mis recuerdos con el tiempo se hayan distorsionado pero el cierre de esa fábrica a orillas del río de Atecasi que va a significar que se cierra algo en mis recuerdos; y eso siempre da pena. Dará pena porque allí siempre hubo muchas ilusiones y esperanzas para Ateca.

1 comentario:

  1. El chocolate "de teja" se denominaba así porque la tableta estaba dividida en porciones transversales con la parte de encima abovedada, con forma de teja. Mi abuela siempre tenía en casa y toda mi vida he recordado, más que el sabor, su textura arenosa. Delicioso.

    Gracias por compartir tus recuerdos.

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