Adam Smith (1723 - 1790), considerado el padre de la economía moderna, ya recogía en su obra
La riqueza de las naciones una clara alusión a la división del trabajo en el proceso productivo. En sus alusiones a ésta apuntaba a la idea de que se lograría una mayor productividad en las empresas si se llevaba a cabo. Pocas voces discuten que esto sea así desde un punto de vista de rentabilidad económica pero ¿todo son ventajas? ¿de dónde viene esta opción por la división del trabajo? ¿deberíamos cambiar algo para mejorar la calidad de vida de las personas?
En el origen la economía estaba basada en la subsistencia y el autoabastecimiento. Esto permitía a las personas ser "los dueños absolutos" de cómo y cuánto podían satisfacer sus necesidades con los recursos disponibles.
El intercambio de bienes (y por lo tanto el comercio) está íntimamente ligado con el sedentarismo. Esta nueva forma de relacionarse el hombre con su entorno nos traerá poco a poco la especialización y el desarrollo de los talleres artesanos.
En el primer periodo de la revolución industrial (1750 a 1840) las herramientas de los artesanos dan paso a las primeras máquinas ("capitaneadas" por la máquina de vapor). Estas máquinas permiten que haya una mayor oferta de bienes procesados pero la consecuencia es la cesión de la propiedad de las herramientas necesarias para la producción a los empresarios convirtiendo al artesano en asalariado y enterrando a la artesanía tal y como se conocía.
En el segundo periodo de la revolución industrial el petróleo y la electricidad generarán una evolución de los procesos a una realidad más compleja permitiendo y necesitando la división del trabajo. Esta división del trabajo reforzado por las teorías llevadas a la práctica de Taylor y Ford desembocarán en lo que se conoce como la Interdependencia Económica siendo la antesala de la Globalización como la conocemos ahora en el siglo XXI.
La división del trabajo permite al trabajador especializarse y desarrollar nuevas ideas focalizadas en su actividad concreta e ir reduciendo el tiempo necesario para su desempeño. Parecería que todo son ventajas pero el propio Smith ya advertía del riesgo de que los trabajadores perdieran interés por su tarea al permitir mucho menos el desarrollo personal y la dificultad que en determinadas ocasiones podrían suponer depender de otros.
Esto se ha visto aderezado con otras dificultades cuando el fenómeno de la interdependencia se ha extendido más allá de las fábricas y ha alcanzando al comercio internacional y las relaciones entre las diferentes empresas.
En el ámbito internacional la interdependencia se ha basado en una asimetría consciente apoyada sobre la explotación por parte de unos países a otros. Prueba de esta afirmación está en que los países denominados como "desarrollados" que tienen un bajo porcentaje de la población mundial ostentan un alto porcentaje de los bienes y servicios producidos a nivel mundial.
Los trabajos más cualificados se encuentran en el mal llamado primer mundo y los mal llamados países en vías de desarrollo (porque... ¿desarrollo de qué?) dependen de los primeros en relación a los servicios, la tecnología y los procesos productivos.
El asentamiento de las multinacionales ha tenido como consecuencia de una pérdida de la autonomía de la economías nacionales y por lo tanto del poder decisión de los gobiernos nacionales auspiciado por un vertiginoso incremento del capitalismo financiero.
Este es en el punto en el que parecería que toda esperanza está perdida pero es cuando acudimos a otro ámbito en el que la "Interdependencia" cobra otro significado.
En educación se habla de interdependencia positiva cuando se hace referencia a la relación que se debe establecer entre los alumnos en el ámbito del aprendizaje cooperativo. El resumen del concepto es: para que tu crezcas yo te he de ayudar, para que yo crezca tú me has de ayudar. Ayudarnos mutuamente nos hace crecer a todos.

¿Y si fuéramos de capaces de darnos cuenta que el sistema actual no se sostiene? Nuestro actual sistema económico pervertido por unas cuántas décadas de relación colonial se ha asentado en necesitarnos mutuamente pero sin buscar una interdependencia positiva sino más bien una interdependencia dominante de unos sobre todos pero siendo imprescindibles unos para otros.
En la actual crisis del coronavirus hemos podido podido comprobar como se hacía realidad (y nunca mejor expresado) aquello de que si China estornuda el planeta entero se resfría. De la misma forma, una vez que China ha pasado el catarro, es consciente que necesita sano al resto del planeta (actuales compradores de infinidad de componentes).
Y ¿si aprendiéramos que para que a mí me vaya mejor es mejor que a ti te vaya mejor? Somos conscientes estos días de fragilidad de nuestro planteamiento social y económico. Nuestro primer mundo está al borde del colapso por un virus que nadie esperaba (o sí...) pero y ¿si no hubiera azotado especialmente a Europa, Rusia y China? ¿si una vez más hubiera azotado a los mal llamados países en vía de desarrollo?.
Es hermoso que todos estemos conectados. Incluso emocionan las muestras de solidaridad entre países. Que los unos dependamos de los otros nos hermana pero sólo si la relación es simétrica, de igual a igual.
Los ciudadanos españoles estamos entendiendo que para que nos acabemos salvando todos debemos arrimar el hombro todos y quedarnos en nuestras casas. Estamos entendiendo que el hecho de que yo no cumpla las normas supone que el otro está en peligro. Los aplausos, las felicitaciones mutuas, el himno coreado por todos es reflejo de esa interdependencia positiva que estamos viviendo.
Los países del planeta deben entender que para que todos acabemos pudiendo convivir todos deben poder tener oportunidades para vivir de forma digna. ¿Hasta cuándo podremos seguir extrayendo impunemente el coltán como hasta ahora de la minas del Congo? ¿y si nos hiciera falta la ayuda del Congo para superar una desgracia en el "primer mundo"? El modelo está agotado y tenemos la oportunidad de rehacer las reglas del juego. Ahora, o quizás nunca.