Recientemente hemos sabido por los medios de comunicación que la fábrica de Chocolates Hueso de Ateca se cierra. Esto va a suponer que más de un centenar de personas van a perder su puesto de trabajo y que esta población Zaragozana va a recibir un duro golpe. Se verán afectados bares, peluquerías, panaderías... todo un drama para las gentes del pueblo.
Pero más allá de las cifras y del dramatismo que se presenta en esta pequeña localidad zaragozana que en unas semanas pasará al olvido está lo que un cierre como éste significa para cientos de personas.
Este cierre significa tristemente una vez más el cierre de muchos recuerdos, ilusiones y esperanzas.
Si nos paramos a pensar nos daremos cuenta que esta fábrica es la que durante tantos años ha fabricado los Huesitos; esa galleta que todos hemos comido en más de una ocasión. Un producto aragonés, exportado y que hoy en día sigue vendiéndose y reconociéndose. No dejará de haber en las estanterías de los supermercados Huesitos, pero ahora será un poco menos nuestro y eso también es un drama. La cantidad de cosas que dejan de ser nuestras son muchas. Son muchas las cosas que dejamos de hacer para sólo consumir y ese es un problema endémico de nuestra sociedad, dejamos de hacer para simplemente consumir.
Quizás acabe apareciendo un inversor que pueda dar salida las instalaciones de la fábrica de Chocolates Hueso, o quizás acabe quedando como un recuerdo en el pueblo en que una vez la fábrica fue el reflejo de prosperidad pero aun nos queda por decir. Pero pase lo que pase esa sensación de que se nos escapa entre los dedos algo nuestro quedará entre nosotros.
La fábrica de Chocolates Hueso para mi es más que un lamento por el drama social que se presenta. Es más que el recuerdo de la infancia de los Huesitos (que ahora devoran mis hijos). Para mi el cierre de esa fábrica es el cierre de parte de los recuerdos de mi abuela.
Mi abuela, de Carenas, contaba muchas veces como bajaban caminando desde el pueblo (a unos 10 km de Ateca) a comprar chocolate a la fábrica de Hueso. En sus palabras, reflejo de sus recuerdos, se dejaban ver que este era uno de los pocos lujos que se podían permitir. Y yo la imaginaba en ese contexto de principios de siglo recogiendo entre sus manos ese manjar hecho a orillas del río y pudiendo tener al alcance de su mano uno de los poco placeres que se podían permitir.
Recuerdo como si me hubiera contado ayer que compraban el que llamaba chocolate de Teja. No sé realmente si llegó a existir un chocolate con esa denominación o ella el llamaba así pero, por lo que me contaba me imaginaba que debía ser del tamaño de una teja de verdad. Y la imaginaba sosteniendo aquella pieza preciada entre sus manos. Y de pequeño me preguntaba si aquella pieza no llegaría derretida al pueblo, pero al imaginar aquel chocolate tan grande pensaba que con ese tamaño el chocolate aguantaría cualquier inclemencia y que casi sería invencible.
Puede que fueran recuerdos "de vieja" (dicho con todo el cariño) o que mis recuerdos con el tiempo se hayan distorsionado pero el cierre de esa fábrica a orillas del río de Atecasi que va a significar que se cierra algo en mis recuerdos; y eso siempre da pena. Dará pena porque allí siempre hubo muchas ilusiones y esperanzas para Ateca.
sábado, 27 de abril de 2013
sábado, 16 de marzo de 2013
La Gallina es un mamífero
Llevo unos días escuchando las reflexiones, chascarrillos y grandilocuentes conclusiones sobre la información que ha filtrado la comunidad de Madrid sobre los resultados de las pruebas de conocimiento de los aspirantes a una plaza de maestro de la citada comunidad autónoma.
Antes de avanzar en mi reflexión quiero dejar claro que me parece más que preocupante la falta de cultura general que se puede constatar a través de estas pruebas. Una persona que pretende acceder a un servicio de esta responsabilidad debería tener una cultura básica para poder acercar el conocimiento a los alumnos. Es cierto lo que algunos sindicatos mencionan en relación a que en las carreras universitarias no se trabajan los contenidos sino la didáctica de los mismos pero estas carencias denotan un fallo generalizado del sistema.
Es indudable que se deben valorar contenidos básicos (como por dónde pasa el Ebro, cómo se escribe Madrid o qué tipo de animal es una gallina) pero a la vez constato algo que puede ser de sentido común. Me preocupa en qué lugar quedará en esas oposiciones el análisis de la competencia de los maestros para hacer competentes a nuestros alumnos.
En la nueva escuela defendemos la importancia de hacer competentes a nuestros alumnos, de ser capaces de aprender de forma autónoma, de no sólo memorizar qué tipo de animal es la gallina sino que sea capaz de razonarlo para no dar una respuesta absurda el día de mañana. En la nueva escuela es importante no sólo ser un "saco de conocimientos" sino ser capaz de relacionarte con los demás, de ser capaz de conocerte, de razonar, de aprender dando sentido a los conocimientos...
En este punto cabe citar a Benjamin Franklin: "Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo"
Es indudable que algunas de las respuestas que hemos escuchado de las oposiciones de Madrid son, junto a otras muchas situaciones, una constatación más de lo que algunos venimos pregonando y es que el sistema que hemos conocido hasta ahora está caduco y ha tenido como consecuencia una falta de resultados integrados e interiorizados en nuestros alumnos.
El riesgo que corremos ahora es pensar que las pruebas que se realicen tan sólo debe medir conocimientos y no didáctica y conocimientos pedagógicos para fomentar que lagunas de este tipo no vuelvan a pasar. Centrar todo en los conocimientos supondría una vez más perpetuar el modelo del que nos lamentamos una y otra vez porque fruto de este modelo son los alumnos que recientemente se han examinado.
Maestros y profesores siempre han hecho todos los esfuerzos por acercar a los niños y jóvenes el conocimiento y es indudable que siempre con la mejor voluntad. Cualquiera que lea estas lineas podrá recordar aquello que le enseñaron en la escuela con lo que disfrutó, en lo que se involucró y que lleva grabado en su interior como un conocimiento sólido y perdurable. Sin embargo, todo el que lea estas líneas seguro que recuerda también aquellas cosas que aprendió y que quedaron en el baúl de los olvidos, que ni recuerda ni recordará y que posiblemente no vaya a utilizar nunca y que supusieron una inversión de energía tremenda.
Como digo es indudable que siempre estaré de acuerdo con que los maestros que acceden a una oposición muestren unos conocimientos de cultura general suficientes pero lamentaría que como consecuencia de estas informaciones en las oposiciones olvidemos estar observantes con los conocimientos profesionales encaminados a subsanar lo que ahora sufrimos. No debemos olvidar que los maestros deben ser capaces de estimular el aprendizaje, de asentar unas bases sólidas, de lograr personas competentes de forma integral y de relacionarse con los demás y consigo mismo.
Antes de avanzar en mi reflexión quiero dejar claro que me parece más que preocupante la falta de cultura general que se puede constatar a través de estas pruebas. Una persona que pretende acceder a un servicio de esta responsabilidad debería tener una cultura básica para poder acercar el conocimiento a los alumnos. Es cierto lo que algunos sindicatos mencionan en relación a que en las carreras universitarias no se trabajan los contenidos sino la didáctica de los mismos pero estas carencias denotan un fallo generalizado del sistema.
Es indudable que se deben valorar contenidos básicos (como por dónde pasa el Ebro, cómo se escribe Madrid o qué tipo de animal es una gallina) pero a la vez constato algo que puede ser de sentido común. Me preocupa en qué lugar quedará en esas oposiciones el análisis de la competencia de los maestros para hacer competentes a nuestros alumnos.
En la nueva escuela defendemos la importancia de hacer competentes a nuestros alumnos, de ser capaces de aprender de forma autónoma, de no sólo memorizar qué tipo de animal es la gallina sino que sea capaz de razonarlo para no dar una respuesta absurda el día de mañana. En la nueva escuela es importante no sólo ser un "saco de conocimientos" sino ser capaz de relacionarte con los demás, de ser capaz de conocerte, de razonar, de aprender dando sentido a los conocimientos...
En este punto cabe citar a Benjamin Franklin: "Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo"
Es indudable que algunas de las respuestas que hemos escuchado de las oposiciones de Madrid son, junto a otras muchas situaciones, una constatación más de lo que algunos venimos pregonando y es que el sistema que hemos conocido hasta ahora está caduco y ha tenido como consecuencia una falta de resultados integrados e interiorizados en nuestros alumnos.
El riesgo que corremos ahora es pensar que las pruebas que se realicen tan sólo debe medir conocimientos y no didáctica y conocimientos pedagógicos para fomentar que lagunas de este tipo no vuelvan a pasar. Centrar todo en los conocimientos supondría una vez más perpetuar el modelo del que nos lamentamos una y otra vez porque fruto de este modelo son los alumnos que recientemente se han examinado.
Maestros y profesores siempre han hecho todos los esfuerzos por acercar a los niños y jóvenes el conocimiento y es indudable que siempre con la mejor voluntad. Cualquiera que lea estas lineas podrá recordar aquello que le enseñaron en la escuela con lo que disfrutó, en lo que se involucró y que lleva grabado en su interior como un conocimiento sólido y perdurable. Sin embargo, todo el que lea estas líneas seguro que recuerda también aquellas cosas que aprendió y que quedaron en el baúl de los olvidos, que ni recuerda ni recordará y que posiblemente no vaya a utilizar nunca y que supusieron una inversión de energía tremenda.
Como digo es indudable que siempre estaré de acuerdo con que los maestros que acceden a una oposición muestren unos conocimientos de cultura general suficientes pero lamentaría que como consecuencia de estas informaciones en las oposiciones olvidemos estar observantes con los conocimientos profesionales encaminados a subsanar lo que ahora sufrimos. No debemos olvidar que los maestros deben ser capaces de estimular el aprendizaje, de asentar unas bases sólidas, de lograr personas competentes de forma integral y de relacionarse con los demás y consigo mismo.
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