domingo, 2 de mayo de 2010

El mundial de fútbol

Quien escribe estas lineas no se caracteriza precisamente por ser una persona de fútbol o que ni tan siquiera crea que 22 personas en calzoncillos requieran el tiempo que dedica en televisión o radio a sus "hazañas".
Es más, quien escribe estas lineas aprovechó la final de la Eurocopa para visitar los pabellones de la Expo más concurridos.
Tampoco estoy en contra del fútbol, ni tiene una posición contraria ni tan siquiera a lo que cobran o dejan de cobrar los futbolistas teniendo en cuenta que estamos en una sociedad de libre mercado en que cada uno paga lo que quiere o lo que considera que vale lo que ficha o compra.
Eso sí, una vez dejada a la vista mi postura respecto al tema también diré que en acontecimientos como el mundial de fútbol me quito el sombrero sorprendiéndome viendo como por una vez el planeta habla un mismo idioma, viendo como las diferencias entre etnias, culturas y continentes se difuminan en el campo de fútbol entendiendo un mismo lenguaje.
Eso me lleva a pensar en qué nos diferenciamos, o más bien cuando nos diferenciamos, ¿cuándo hacemos las cosas más complicadas? Si es tan sencillo entendernos cuando queremos...
Quien escribe no se emociona en algo como el mundial de fútbol por ver entrar una balón entre tres palos sino cuando ve a una nación unida entorno a unos colores, cuando siente que el que vive a 300 kilómetros de su casa también vibra en el sofá con ese partido, cuando ve que se abrazan en sudáfrica personas de diferentes continentes que tienen en común la pasión por el fútbol, en definitiva cuando parecemos más hermanos de un mismo planeta.

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