martes, 14 de abril de 2020

Apagón Cultural, pero desde hace demasiado tiempo

A raíz del #apagóncultural promovido por muchas asociaciones y colectivos culturales del país en pleno confinamiento me brota hacer una reflexión sobre el valor que damos en el día a día a la cultura en nuestro país.

La ministra germana recientemente afirmaba que "la cultura no es un lujo y ahora estamos comprobando cuánto nos hace falta si tenemos que prescindir de ella". Estas palabras han sido arrojadas a la cara de nuestro ministro de cultura después de que espetara a la cultura que "hoy toca pensar en los enfermos, en salvarles la vida y en parar el virus. Y cuando lo consigamos haremos todo para reactivar la cultura. Porque, como dijo Orson Welles, primero va la vida y luego el cine aunque la vida sin el cine y la cultura tiene poco sentido".

Señor ministro, es cierto, podría comprar este argumento si no fuera porque recientemente la otra pata de su ministerio recibió el alivio de acelerar cincuenta millones de ayuda. Sí, claro, hablamos del deporte.

Imagino la cara de panolis que se les ha quedado a todas las compañías de teatro que estos días acuden al rescate del corazón de los españoles (y sí, del corazón, porque la cultura acaricia el corazón) liberando sus obras de teatro y espectáculos.
Y claro, imagino la cara de tontos que se les queda a los cantantes que emiten en directo desde sus casas improvisados conciertos acústicos o que en estos días de confinamiento componen y ceden sus voces para innumerables causas benéficas.

En este escenario de la cultura siempre "pesan" en el ideario popular las supuestas ayudas que recibe la cultura, pero ¿por qué no pesan otras ayudas? La respuesta es sencilla, la cultura: la poesía, la literatura, el teatro, la música y un largo etcétera en este país sigue sin valorarse en su justa medida.
Hemos acudido en masa a las redes sociales a escuchar conciertos acústicos, descubriendo en muchos casos que los famosos artistas viven en casas como la tuya o la mía, pero ¿acudiremos después a verles en un teatro o a un concierto?. Si como ciudadanos valoráramos a nuestros artistas más que a los deportistas no consentiríamos unas afirmaciones como las que ha hecho nuestro ministro.

Hace tiempo que vivimos un Apagón Cultural, pero de nuestra sociedad con su cultura. Muchos se amparan en las ayudas que recibe el cine y en el supuesto amiguismo para enmascarar la auténtica tragedia de este país. La sociedad se apagó hace mucho culturalmente.
Las medidas que en pleno confinamiento han tomado en Francia (22 millones), Alemania (50 millones) o Italia (130 millones) para apoyar a su sector cultural no son flor de un día, es la desembocadura de una clara conciencia del valor que tiene siempre en su país su sector cultural.
En nuestros países vecinos se llenan las salas de concierto, pagando. Y cuando los conciertos se promueven por las instituciones públicas el nivel de sueldo y condiciones de contratación no tienen nada que ver con el mercadeo de bazar que se da en nuestros pueblos y ciudades.

No me dedico profesionalmente a la cultura pero algo conozco y es lamentable descubrir como muchos músicos profesionales necesitan formar parte de cinco o seis grupos de música para malvivir. Como para muchas compañías de teatro profesionales todo son trabas para mantener a flote sus salas.
Es penoso ver conciertos en centros culturales vacíos porque la entrada costaba cinco euros y ver cómo reventamos después los conciertos gratuitos en la calle.
La democratización de la cultura es más que necesaria pero corremos el riesgo de pensar que todo ha de ser gratis, o de que una sala puede tener una actuación en directo a cambio de invitar a los miembros de la banda a unas cañas y unas papas bravas.

Cuando vivimos instalados en esta "incultura cultural" y llega el momento de apoyar a nuestros artistas ni el mismísimo ministro del ramo es capaz de darse cuenta que el mismo artista que está regalando sus canciones por Instagram no está ingresando nada y que si deja de cantar habremos perdido esa parte de nuestra esencia como seres humanos.

Me alegro de la tardía reacción gobierno, que deseo que no se quede en papel mojado, pero quizás esta sí que sea una oportunidad para poder redimensionar qué queremos como sociedad y como país de nuestro sector cultural.

Y por cierto, para terminar estas líneas... recojo algunas iniciativas de artistas que en tiempo de confinamiento se están dedicando componer y a ceder sus voces para obras benéficas.

¿De verdad no se merecen que les ayudemos entre todos también a ellos?












lunes, 16 de marzo de 2020

Interdependencia económica ¿y positiva?

Adam Smith (1723 - 1790), considerado el padre de la economía moderna, ya recogía en su obra La riqueza de las naciones una clara alusión a la división del trabajo en el proceso productivo. En sus alusiones a ésta apuntaba a la idea de que se lograría una mayor productividad en las empresas si se llevaba a cabo. Pocas voces discuten que esto sea así desde un punto de vista de rentabilidad económica pero ¿todo son ventajas? ¿de dónde viene esta opción por la división del trabajo? ¿deberíamos cambiar algo para mejorar la calidad de vida de las personas?

En el origen la economía estaba basada en la subsistencia y el autoabastecimiento. Esto permitía a las personas ser "los dueños absolutos" de cómo y cuánto podían satisfacer sus necesidades con los recursos disponibles.
El intercambio de bienes (y por lo tanto el comercio) está íntimamente ligado con el sedentarismo. Esta nueva forma de relacionarse el hombre con su entorno nos traerá poco a poco la especialización y el desarrollo de los talleres artesanos.

En el primer periodo de la revolución industrial (1750 a 1840) las herramientas de los artesanos dan paso a las primeras máquinas ("capitaneadas" por la máquina de vapor). Estas máquinas permiten que haya una mayor oferta de bienes procesados pero la consecuencia es la cesión de la propiedad de las herramientas necesarias para la producción a los empresarios convirtiendo al artesano en asalariado y enterrando a la artesanía tal y como se conocía.

En el segundo periodo de la revolución industrial el petróleo y la electricidad generarán una evolución de los procesos a una realidad más compleja permitiendo y necesitando la división del trabajo. Esta división del trabajo reforzado por las teorías llevadas a la práctica de Taylor y Ford desembocarán en lo que se conoce como la Interdependencia Económica siendo la antesala de la Globalización como la conocemos ahora en el siglo XXI.
La división del trabajo permite al trabajador especializarse y desarrollar nuevas ideas focalizadas en su actividad concreta e ir reduciendo el tiempo necesario para su desempeño. Parecería que todo son ventajas pero el propio Smith ya advertía del riesgo de que los trabajadores perdieran interés por su tarea al permitir mucho menos el desarrollo personal y la dificultad que en determinadas ocasiones podrían suponer depender de otros.
Esto se ha visto aderezado con otras dificultades cuando el fenómeno de la interdependencia se ha extendido más allá de las fábricas y ha alcanzando al comercio internacional y las relaciones entre las diferentes empresas.

En el ámbito internacional la interdependencia se ha basado en una asimetría consciente apoyada sobre la explotación por parte de unos países a otros. Prueba de esta afirmación está en que los países denominados como "desarrollados" que tienen un bajo porcentaje de la población mundial ostentan un alto porcentaje de los bienes y servicios producidos a nivel mundial.
Los trabajos más cualificados se encuentran en el mal llamado primer mundo y los mal llamados países en vías de desarrollo (porque... ¿desarrollo de qué?) dependen de los primeros en relación a los servicios, la tecnología  y los procesos productivos.

El asentamiento de las multinacionales ha tenido como consecuencia de una pérdida de la autonomía de la economías nacionales y por lo tanto del poder decisión de los gobiernos nacionales auspiciado por un vertiginoso incremento del capitalismo financiero.

Este es en el punto en el que parecería que toda esperanza está perdida pero es cuando acudimos a otro ámbito en el que la "Interdependencia" cobra otro significado.
En educación se habla de interdependencia positiva cuando se hace referencia a la relación que se debe establecer entre los alumnos en el ámbito del aprendizaje cooperativo. El resumen del concepto es: para que tu crezcas yo te he de ayudar, para que yo crezca tú me has de ayudar. Ayudarnos mutuamente nos hace crecer a todos.

¿Y si fuéramos de capaces de darnos cuenta que el sistema actual no se sostiene? Nuestro actual sistema económico pervertido por unas cuántas décadas de relación colonial se ha asentado en necesitarnos mutuamente pero sin buscar una interdependencia positiva sino más bien una interdependencia dominante de unos sobre todos pero siendo imprescindibles unos para otros.
En la actual crisis del coronavirus hemos podido podido comprobar como se hacía realidad (y nunca mejor expresado) aquello de que si China estornuda el planeta entero se resfría. De la misma forma, una vez que China ha pasado el catarro, es consciente que necesita sano al resto del planeta (actuales compradores de infinidad de componentes).
Y ¿si aprendiéramos que para que a mí me vaya mejor es mejor que a ti te vaya mejor? Somos conscientes estos días de fragilidad de nuestro planteamiento social y económico. Nuestro primer mundo está al borde del colapso por un virus que nadie esperaba (o sí...) pero y ¿si no hubiera azotado especialmente a Europa, Rusia y China? ¿si una vez más hubiera azotado a los mal llamados países en vía de desarrollo?.

Es hermoso que todos estemos conectados. Incluso emocionan las muestras de solidaridad entre países. Que los unos dependamos de los otros nos hermana pero sólo si la relación es simétrica, de igual a igual.
Los ciudadanos españoles estamos entendiendo que para que nos acabemos salvando todos debemos arrimar el hombro todos y quedarnos en nuestras casas. Estamos entendiendo que el hecho de que yo no cumpla las normas supone que el otro está en peligro. Los aplausos, las felicitaciones mutuas, el himno coreado por todos es reflejo de esa interdependencia positiva que estamos viviendo.
Los países del planeta deben entender que para que todos acabemos pudiendo convivir todos deben poder tener oportunidades para vivir de forma digna. ¿Hasta cuándo podremos seguir extrayendo impunemente el coltán como hasta ahora de la minas del Congo? ¿y si nos hiciera falta la ayuda del Congo para superar una desgracia en el "primer mundo"? El modelo está agotado y tenemos la oportunidad de rehacer las reglas del juego. Ahora, o quizás nunca.

sábado, 8 de febrero de 2020

Greta, Borrell y los mojigatos

Hace pocos días Josep Borrell, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea aseguraba que "Está bien salir a manifestarse hasta que te piden contribuir a pagarlo. Me gustaría saber si los jóvenes que salen a manifestarse en Berlín son conscientes de lo que valen esas medidas y si están dispuestos a rebajar su nivel de vida para subsidiar a los mineros polacos" (https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2020-02-07/josep-borrel-sindrome-greta-boicotea-estrategia-ecologista-bruselas_2446259/).

Rápidamente saltaron las alarmas en la UE y se sucedieron las desautorizaciones, las matizaciones y rectificaciones. 


Pues... sí, es cierto lo que Borrell dijo y no hacemos ningún favor a los jóvenes si no les decimos la verdad y seguimos fomentando un concienciación mojigata sin afrontar la realidad ni hacerles conscientes de que el compromiso siempre supone pagar un peaje, en todas las parcelas de la vida. En lugar de dulcificar el peaje o incluso negarlo deberíamos hacer pedagogía del esfuerzo y hacer realmente hombre y mujeres del mañana responsables y serios que asumen gratamente las consecuencias de sus compromisos. 

Hay que decirlo alto y claro... hacer la opción de comprar ropa de comercio justo es más caro. Si proclamas a los cuatro vientos que quieres ser coherente has de saber que la ropa será más cara y que podrás comprarte menos prendas. 
Hay que decir alto y claro que comprar alimentos de comercio justo es más caro y que la coherencia y la certeza de hacer bien las cosas tienen un coste. 
Hay que decir alto y claro que clamar por una política energética más limpia tiene un peaje, y que supondrá un empobrecimiento de las personas. 

Y ¿qué? 

En lugar de hacer dulces y carentes de esfuerzos las reclamaciones de los jóvenes debemos hacerles conscientes de que se deben hacer pero asumiendo las consecuencias de dormir con la conciencia más tranquila. De lo contrario no hacemos ningún favor a las generaciones que están por venir. 

martes, 21 de enero de 2020

Pin parental y libre elección de centro

Recientemente ha irrumpido en las tertulias, barras de bar y conversaciones de amigos el debate sobre el denominado "pin" parental. A través de estas líneas pretendo acercar un poco la realidad legal y práctica de los colegios españoles y alguna reflexión que no está presente habitualmente en el debate.

La denominación de "pin parental" tiene su origen en la herramienta disponible en algunas plataformas digitales de televisión online que autoriza la visualización o no de determinados contenidos. Siguiendo este paralelismo, con esta nueva potestad reclamada por parte de algún partido, se busca que los padres tengan que autorizar la asistencia a determinadas actividades complementarias por parte de sus hijos.

Debatir siempre me parece muy interesante pero se están manejando algunos conceptos que no son del todo certeros y conviene aclararlos de forma breve.

En primer lugar nuestro sistema educativo tiene varios niveles de concreción del currículo (el contenido que debemos desarrollar con los alumnos, para entenderlo de forma sencilla). En primer lugar el Gobierno Central y a continuación los gobiernos autonómicos establecen unos contenidos mínimos y de carácter preceptivo, siendo este el primer nivel de concreción.
A partir de esta base lo centros pueden desarrollar estos contenidos, ampliarlos o enriquecerlos. Este es un segundo nivel de concreción. El tercer nivel de concreción será el que hace el equipo docente para cada grupo clase. Algunos autores hablan de incluso un cuarto nivel, pero no es necesario profundizar más en ello.
Añadido a esto conviene saber que los centros deben comunicar para su autorización y aprobación a las administraciones educativas autonómicas las actividades complementarias, que son las que ahora mismo está en el punto de mira de la reclamación de los partidarios del "pin parental". Esta solicitud de aprobación se eleva a la administración después de la aprobación en el propio centro por parte del Consejo Escolar del centro.

A esto último es a lo que se "agarran" quienes cuestionan la necesidad del pin parental, y tienen razón en que las propuestas son autorizadas después de la participación y aprobación de todos los estamentos del centro.
Dicho todo esto parecería que no tiene sentido el "pin parental" y yo, adelanto ya mi postura, creo que no es necesario.

PERO... parte del problema radica en el hecho de que no todas las familias pueden elegir de forma real el centro que quieren para sus hijos, bien por la falta de plazas o por las trabas que se encuentran en ocasiones por las políticas educativas de las administraciones.
Recordando lo que explicaba anteriormente el centro tiene potestad para matizar, enriquecer o ampliar la base del currículo. Si una posible charla o actividad objeto de debate para las familias corresponde a uno de los contenidos curriculares preceptivos no habría mucho que discutir ya que emana de lo que legalmente se ha de impartir en nuestro sistema educativo. Ahora bien si esa charla o contenido emana de uno de los contenidos enriquecidos en la propia autonomía de centro y la familia no ha podido elegir libremente el colegio de sus hijos sí que se estaría generando una situación en la que el niño pueda estar siendo educado en unos valores con los que no esté de acuerdo la familia.
Esta reflexión debe servir tanto para la formación afectivo sexual o para la formación que pueda emanar de valores religiosos.

Si las familias pudieran elegir el centro de sus hijos, y el ideario y el proyecto educativo del colegio estuviera claro, cumpliendo siempre la legalidad vigente y las familias lo pudieran aceptar como consecuencia de una elección libre no tendría cabida este debate.
Mientras la libre elección de centro no sea real o esté en el foco del debate tampoco debemos obviar a las familias que desean ser partícipes de la decisión de qué educación quieren para sus hijos.

El "pin parental" no es la solución porque pone en el punto de mira a los centros y maestros cuando estos simplemente velan por el desarrollo del mandato que tienen al amparo del proyecto educativo, pero tampoco es la solución negar el derecho constitucional de las familias a poder elegir el ideario que quiere cada familia para la educación de sus hijos. No debemos olvidar que para poder ejercer este derecho se debe poder elegir sin estar limitado por un problema de oferta, o de carácter económico u de otros condicionantes.
Ahora... pensemos... si se genera este debate pudiendo elegir en muchos casos las familias el centro que quieren para sus hijos ¿qué pasaría si desaparecieran los conciertos educativos y sólo las familias con un alto poder adquisitivo pudieran elegir el centro que quieren para sus hijos?